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Cada decisión que se toma durante los procesos de viticultura y de vinificación tiene su importancia a la hora de definir la identidad de un vino. Cada pequeño detalle cuenta. Una de las decisiones más importantes para elaborar un vino criado es elegir el tipo de barrica que vamos a emplear.  Y es que durante esta fase de la elaboración el vino adquiere ciertas notas aromáticas o ciertas texturas. También el comportamiento de los taninos del vino, su cuerpo o su equilibrio general se verán modificados por el proceso de crianza, que durará desde unos pocos meses hasta varios años, según el vino en cuestión.

Muchos de los grandes vinos tintos envejecidos pasarán un buen tiempo en barricas de madera de roble que, en general, suelen fabricarse con roble americano o con roble francés. Hoy veremos en qué se diferencian estas barricas y cuáles son las principales características que cada tipo de barrica confiere a los vinos.

Barricas de roble francés vs. barricas de roble americano

Las barricas de roble francés y las barricas de roble americano que se emplean para elaborar vinos de crianza guardan una serie de diferencias que van más allá de la evidente disparidad de origen de una y otra madera. Además de la procedencia, aspectos como la propia estructura interna de cada una de estas maderas o los procedimientos de mecanización que se emplean a la hora de fabricar las barricas de vino son diferentes. Y estas diferencias van a marcar el desarrollo y la evolución de las características organolépticas del vino durante la crianza. Las veremos por partes.

  • El origen de la madera

Siendo conscientes de las notables diferencias que existen entre cada variedad de uva y en cómo los aspectos climáticos y de composición del suelo afectan a su desarrollo, es fácil entender que algo similar sucederá entre los diferentes tipos de roble y sus lugares de procedencia.

El roble americano empleado para la construcción de barricas pertenece a la especie Quercus alba, también conocido como roble blanco. Su principal lugar de obtención procede de bosques de los Estados Unidos, fundamentalmente en la mitad este, en los territorios de Misuri y Kentucky. Son árboles que crecen más rápido que las variedades francesas y proporcionan una madera dura y robusta.

El roble francés, por su parte, pertenece a la especie Quercus petraea. Se le conoce también como roble sésil, es originario del centro y del norte de Europa y, muy particularmente, de los bosques franceses. Estos árboles tienen un crecimiento más lento, originando una madera más blanda y delicada.

La estructura de la madera

Las diferencias entre ambas especies de roble, sus lugares de origen y la climatología propia de los mismos, modifican la estructura interna de la madera que producen. Así, el roble americano tiene un crecimiento más acelerado, marcado por la intensidad de los veranos. Esto produce una madera de gran dureza, muy resistente y casi impermeable. Su grano es más amplio y sus poros son grandes, sin embargo están naturalmente taponados por efecto de la tilosis. En el caso del roble francés, el crecimiento es más lento, lo que da lugar a anillos más estrechos, a un grano más cerrado y a unos poros más finos. Se trata de una madera más blanda y, aunque sus poros son más pequeños, estos están huecos, lo que condiciona en gran medida la manera en la que debe manipularse a la hora de construir las barricas.

Diferencias de construcción de las barricas de roble americano y de roble francés

La diferencia estructural de estos dos tipos de madera implica que deban ser trabajadas de manera diferente a la hora de construir las barricas. El roble americano, más duro y prácticamente impermeable, permite el aserrado a la hora de construir las duelas, las piezas de madera de las que se compone la barrica. Esto implica un mayor aprovechamiento de la madera y, por lo tanto, un menor coste de producción. Para producir un metro cúbico de duelas de roble americano se necesitan unos 3 metros cúbicos de tronco. Madera suficiente para construir unas 11 barricas de entre 29 y 36 duelas cada una. En el caso de la madera de roble francés, al ser mucho más blanda y porosa, el aserrado no es posible. Así, la madera debe extraerse mediante la técnica del hendido, separando las propias fibras de la madera longitudinalmente del tronco del roble. Así, los poros de la madera se disponen paralelamente de punta a punta de la duela, evitando que se escape el vino a través de los poros. Esto deriva en un mayor coste de producción y en un menor aprovechamiento de la madera, necesitándose 5 metros cúbicos de roble francés para producir cada metro cúbico de duelas. Por este motivo, las barricas de roble francés pueden llegar a costar entre 2 y 3 veces más que las de roble americano. 

Tras la fabricación de las duelas, el proceso de construcción de las barricas prosigue con el secado y el curado de la madera, de entre 2 y 3 años según el grosor de las duelas; con el montado y la doma, en los que se da forma a las barricas usando calor, humedad y fuerza de tracción; el tostado, que puede ser ligero, medio, fuerte o muy fuerte, y que es fundamental para definir las características aromáticas que la barrica imprimirá en el vino, desde ligeros matices avainillados hasta ahumados intensos; y terminará con el fondado y el acabado de la barrica.

¿Y cómo influye todo esto en el vino?

La decisión de emplear un tipo u otro de barricas en la crianza del vino obedece a un criterio meramente enológico y dependerá del tipo de vino que queramos producir y de las características organolépticas que queramos potenciar en él. La elección del tipo de barrica es otra herramienta más para definir la identidad del vino.

En términos generales, las barricas de roble americano son muy valoradas porque permiten transferir al vino ciertas características organolépticas en un tiempo considerablemente corto. Esta madera permite una microoxigenación más rápida que la de las barricas de roble francés y confiere al vino aromas terciarios tropicales y especiados potentes: clavo, coco, café, humo, tabaco, cacao… También contribuye a afinar los taninos del vino y a suavizar su textura y su astringencia. 

Las barricas de roble francés, por su parte, se caracterizan por ser más pausadas, delicadas y equilibradas a la hora de transferir aromas al vino, pero son capaces de hacer aflorar matices aromáticos mucho más complejos y un abanico aromático mucho más amplio. Por ello, son empleadas sobre todo en la elaboración de vinos de crianza de gran calidad y crianzas más largas. Ceden más taninos al vino y entre los aromas característicos que potencian en el vino destacan los frutos secos (avellanas) miel, vainilla, mantequilla, pan tostado, pimienta, cedro, clavo, hierbas, especias balsámicas, especias dulces, etc. 

¿Qué barricas usamos en Bodegas Franco-Españolas?

Como decimos, la elección del tipo de barricas que se emplean para la crianza de un vino son otra herramienta más para modificar sus características organolépticas. Así, en Bodegas Franco-Españolas empleamos tanto barricas de roble francés como barricas de roble americano en función de los matices que queremos potenciar en cada uno de nuestros vinos:

– Usamos barricas de roble americano para producir nuestro Diamante de Graciela, un blanco reserva de Viura y Malvasía con 15 meses de crianza en barricas de tostado medio.

– Empleamos una mezcla de crianza en barricas de roble francés y de roble americano en el Diamante Crianza, el Bordón Reserva, el Bordón Gran Reserva, el blanco Bordón Viña Sole, el Bordón D’Anglade Crianza, o en nuestro ya clasiquísimo Bordón Crianza, en el que la mezcla de maderas se puede apreciar en su carácter aromático: especiado y ahumado, un vino limpio, equilibrado y sabroso.

– Y barricas de roble francés, en nuestro Bordón D’Anglade Reserva.

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Bodegas Franco-Españolas

Bodegas Franco-Españolas es una de las grandes bodegas de Rioja. Con nuestros 125 años de historia, continuamos siendo un referente a la hora de hablar sobre el mundo del vino.