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Pocos objetos relacionados con el mundo del vino puede haber más descaradamente clásicos que una bota de vino. Aunque en los últimos tiempos este recipiente para contener vino y otras bebidas y líquidos cada vez se usa menos, dada la facilidad de encontrar bares y tiendas donde tomar o adquirir vino en los núcleos urbanos, aún sigue siendo todo un referente del imaginario popular del vino. Presente en cada hogar español hasta hace pocas décadas, la bota de vino era símbolo de compartir en las celebraciones camperas con familia y amigos; de un refrescante trago de vino durante el descanso en mitad de la jornada para pastores, labriegos y otros trabajadores; o simplemente de la hora de la merienda o del almuerzo en casa del español de a pie. Sirva este pequeño artículo como humilde homenaje a esta especial vasija de vino y para acercarla un poco a aquellos que no han tenido la suerte de conocerla.

bota de vino española

El origen de la bota de vino

Hoy en día la bota de vino se asocia principalmente a esta bebida y está estrechamente relacionada con la cultura y las tradiciones españolas. Sin embargo, la costumbre de emplear pieles y pellejos de animales es difícil de datar en el tiempo. Ya las culturas de la antigua Grecia, con sus askos vasijas o bolsas de cuero— y la antigua Roma, con los uter vini —odre de vino— se servían de odres y otros recipientes elaborados a partir de cueros de animales propiamente curtidos. Su utilidad no era otra que la de contener y permitir el transporte y conservación tanto del vino como de todo tipo de bebidas, líquidos y demás sustancias, como aceite, leche, mantequilla, agua y hasta queso. Desde entonces y hasta la actualidad existen referencias de la utilización de pieles para la fabricación de recipientes para contener el vino en multitud de culturas y épocas históricas, empleando como materia prima las pieles de cabras, vacas, corderos y, en función de las latitudes, hasta de renos, búfalos o focas. Pero es en España donde la utilización de este tipo de contenedores proliferó y se perfeccionó más, quizá por nuestra gran tradición como país vinicultor, y puede que también por la necesidad de mantener el vino lo más fresco posible en las estaciones más calurosas del año ante las exigencias de nuestro clima. A partir de la proliferación del uso de los barriles de madera para el transporte y la conservación del vino por parte de las legiones romanas desplegadas en la antigua Galia, el uso de grandes odres de vino fue perdiendo sentido, pero a su vez estos han ido evolucionando hasta la bota actual: un recipiente más pequeño, suficiente para llevar la cantidad de vino del día, fácilmente portable, resistente y flexible.

La bota de vino era símbolo de compartir en las celebraciones camperas con familia y amigos; de un refrescante trago de vino durante el descanso en mitad de la jornada para pastores, labriegos y otros trabajadores; o simplemente de la hora de la merienda o del almuerzo en casa del español de a pie.

La bota de vino tradicional española

Además de la bolsa de la bota, el resto de elementos que aportan su personalidad y también su funcionalidad a la bota serían el brocal, la embocadura que tiene la doble función de permitir beber a chorro directamente de la bota y a su vez de incorporar un cierre para que no se escape el contenido; y los cordones trenzados que sirven para colgarse la bota al costado y transportarla a modo de bandolera.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha / compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra ; edición anotada por Nicolás Díaz de Benjumea e ilustrada por Ricardo Balaca. – Barcelona : Montaner y Simón, 1880-1883

Tipos de botas de vino

Como decíamos, hoy en día podríamos diferenciar principalmente entre estos dos tipos de botas españolas: las de pez, que son las más empleadas e ideales para la conservación del vino y licores de baja graduación alcohólica; y las de látex, más versátiles que las anteriores, pudiendo contener bebidas de alta graduación, así como bebidas azucaradas o gasificadas, al ser estas últimas más flexibles y no reaccionar el interior de látex con los líquidos que contiene.

En cuanto a su forma, la bota tradicional suele tener siempre forma de lágrima, pudiendo ser esta recta o curva, siendo esta última la forma preferida por algunos usuarios para llevar la bota colgada. Las medidas más utilizadas suelen permitir capacidades de entre uno y dos litros de vino.

Curva, recta, con interior de pez, de látex… Sea como sea, la bota es sinónimo de vino en España. Una referencia a nuestra historia e identidad vitivinícola y un recordatorio de una forma clásica, descarada y, sobre todo, sencilla, de disfrutar del vino.

Bodegas Franco-Españolas

Bodegas Franco-Españolas es una de las grandes bodegas de Rioja. Con nuestros 125 años de historia, continuamos siendo un referente a la hora de hablar sobre el mundo del vino.

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